"Aquele Amor"
Yann Andréa
"Continuo em ter dificuldade em dizer a palavra. Não conseguia dizer o nome dela. Só escrevê-lo. Nunca consegui tratá-la por “tu”. Por vezes ela teria gostado. Que eu a tratasse por “tu”, que a chamasse pelo seu nome. Não me saía da boca, não conseguia. (...) E essa impossibilidade de a chamar pelo nome, acho que vem disto: primeiro li o apelido, olhei para o apelido, o nome e o apelido. E esse nome encantou-me imediatamente. Esse pseudónimo literário. Esse apelido emprestado. Esse nome de autor. Esse nome agradava-me simplesmente. Esse nome agrada-me infinitamente (...)
Sou um leitor. O leitor primordial, visto amar todas as palavras, integralmente, sem qualquer contenção. E esse nome de cinco letras, DURAS, amo-o absolutamente. Caiu-me em cima. Nunca mais a deixei e não a consigo deixar. Nunca. E ela também não.
Mantém-me fechado no quarto escuro. Não suporta que qualquer outra pessoa possa ver-me. Quer ser a preferida. A única. De todos. De toda a gente. E eu, do mesmo modo, sou o preferido.
Gostamos um do outro.
Gostamos infinitamente um do outro.
Gostamos um do outro de modo absoluto.
Você morreu a 3 de Março de 1996 às 8 horas e 15, na sua cama, na rua Saint-Benoît. Eu não vim. Deixei-a. Você morreu. Eu não. Eu fiquei cá e estou aqui a escrever-lhe. E isto fá-la rir: mas por quem é que ele se toma, por um escritor, esta agora. Você ri. E diz: não tem mais nada para fazer, só escrever, não interessa o quê, continue, tem um tema maravilhoso, um tema de ouro, sou eu que lho digo, vá, pare de se armar em parvo, escreva, não vale a pena matar-se, não se faça de imbecil.
Qual é o tema.
E então aparece o sorriso. A sua cara torna-se numa cara de criança, uma criança que sabe, que sabe tudo na inocência perfeita de um ser inaudito. Nesse sorriso da cara toda, da cabeça toda, do espírito todo, do coração todo, poder-se-ia dizer, você diz: o tema sou eu.
Se calhar não devia ter dormido, se calhar devia tê-la ouvido mais, estar mais presente, amar mais, nunca o fazemos o suficiente, não podemos imaginar que o último dia está muito próximo, não podemos porque você fala noites a fio, deveríamos, sim, fazer mais, mas o quê, inventar uma espécie de amor ainda maior do que aqueles livros, mas como fazê-lo, como é possível. Certas noites eu queria dormir e dizia-lhe para se ir embora, para ir para o seu quarto, sozinha perante a morte, certas noites já não aguentava mais, mandava-a embora, fazia-o e nunca uma queixa, ia para o seu quarto furiosa à espera de morrer. No dia seguinte voltava.
Estamos sozinhos fechados neste apartamento da rua Saint-Benoît. Esperamos pelo último dia. Só sabemos isso".
Excertos – Yann Andréa, Aquele Amor, Lisboa, Quetzal Editores [acerca do seu amor pela escritora e cineasta Margerite Duras]
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domingo, março 23, 2008
sexta-feira, agosto 10, 2007
El Alcohol - Marguerite Duras

"He vivido sola con el alcohol durante veranos enteros, en Neauphle. [...]
En general, los obsesos sexuales no son alcohólicos. Los alcohólicos, incluso «a nivel de vertedero», son unos intelectuales. El proletariado, que ahora es una clase más intelectual que la clase burguesa, de muy lejos, tiene una propensión al alcohol, en el mundo entero. El trabajo manual es sin duda de todas las ocupaciones del hombre la que le lleva más directamente hacia la reflexión, es decir hacia la bebida. Ved la historia de las ideas. El alcohol hace hablar. Es la espiritualidad hasta la demencia de la lógica, es la razón que intenta comprender hasta la locura por qué esta sociedad, por qué este Reino de la Injusticia... y que siempre concluye con una
misma desesperación. Un borracho es a veces grosero, pero raramente obsceno. Algunas veces se encoleriza y mata. Cuando se ha bebido demasiado, se vuelve al principio del ciclo infernal de la vida. Se habla de felicidad, se dice que es imposible, pero se sabe lo que quiere decir la palabra.
Carecemos de un dios. Este vacío que se descubre un día en la adolescencia nada puede hacer que jamás haya tenido lugar. El alcohol ha sido hecho para soportar el vacío del Universo, el mecimiento de los planetas, su rotación imperturbable en el espacio, su silenciosa indiferencia en el lugar de vuestro dolor. El hombre que bebe es un hombre interplanetario. Se mueve en un espacio interplanetario. Es allí donde permanece al acecho. El alcohol nos consuela, no amuebla los espacios psicológicos del individuo, sólo sustituye la carencia de Dios. No consuela al hombre. Produce lo contrario, el alcohol conforta al hombre en su locura, lo transporta a las regiones soberanas donde es dueño de su destino. Ningún ser humano, ninguna mujer, ningún poema, ninguna música, ninguna literatura ni ninguna pintura puede sustituir esta función del alcohol en el hombre, la ilusión de la creación capital. Está ahí para remplazarla. Y lo hace en toda una parte del mundo que habría debido creer en Dios y que ya no cree en él. El alcohol es estéril. Las palabras del hombre dichas en la noche de la borrachera se desvanecen con ella tan pronto como llega el día. La borrachera no crea nada, no va con las palabras, ofusca la inteligencia, la sosiega. He hablado bajo los efectos del alcohol. La ilusión es total: lo que uno dice, nadie lo ha dicho aún. Pero el alcohol no crea nada que permanezca. Es el viento. Como las palabras. He escrito bajo los efectos del alcohol, tenía una facultad para dominar la borrachera, que me venía sin duda del horror por la borrachera. Jamás bebía para estar borracha. Jamás bebía deprisa. Bebía todo el tiempo y nunca estaba borracha. Estaba retirada del mundo, inalcanzable, pero no borracha.
[...]
Un cuerpo alcohólico funciona como una central, como un conjunto de compartimentos
diferentes vinculados entre sí por la persona entera. El primer afectado es el cerebro. Es el pensamiento. La felicidad por el pensamiento primero y luego el cuerpo. Es ganado, empapado poco a poco, y transportado-, es la palabra: transportado. A partir de cierto tiempo se tiene la elección. Beber hasta la insensibilidad y la pérdida de la identidad, o permanecer en las primicias de la felicidad. Morir de algún modo cada día, o bien seguir huyendo.
[La vida material, traducción de Menene Gras Balaguer para Plaza &
Janés]
http://www.tijeretazos.net/Literaria/MDuras/MDuras013.htm
En general, los obsesos sexuales no son alcohólicos. Los alcohólicos, incluso «a nivel de vertedero», son unos intelectuales. El proletariado, que ahora es una clase más intelectual que la clase burguesa, de muy lejos, tiene una propensión al alcohol, en el mundo entero. El trabajo manual es sin duda de todas las ocupaciones del hombre la que le lleva más directamente hacia la reflexión, es decir hacia la bebida. Ved la historia de las ideas. El alcohol hace hablar. Es la espiritualidad hasta la demencia de la lógica, es la razón que intenta comprender hasta la locura por qué esta sociedad, por qué este Reino de la Injusticia... y que siempre concluye con una
misma desesperación. Un borracho es a veces grosero, pero raramente obsceno. Algunas veces se encoleriza y mata. Cuando se ha bebido demasiado, se vuelve al principio del ciclo infernal de la vida. Se habla de felicidad, se dice que es imposible, pero se sabe lo que quiere decir la palabra.
Carecemos de un dios. Este vacío que se descubre un día en la adolescencia nada puede hacer que jamás haya tenido lugar. El alcohol ha sido hecho para soportar el vacío del Universo, el mecimiento de los planetas, su rotación imperturbable en el espacio, su silenciosa indiferencia en el lugar de vuestro dolor. El hombre que bebe es un hombre interplanetario. Se mueve en un espacio interplanetario. Es allí donde permanece al acecho. El alcohol nos consuela, no amuebla los espacios psicológicos del individuo, sólo sustituye la carencia de Dios. No consuela al hombre. Produce lo contrario, el alcohol conforta al hombre en su locura, lo transporta a las regiones soberanas donde es dueño de su destino. Ningún ser humano, ninguna mujer, ningún poema, ninguna música, ninguna literatura ni ninguna pintura puede sustituir esta función del alcohol en el hombre, la ilusión de la creación capital. Está ahí para remplazarla. Y lo hace en toda una parte del mundo que habría debido creer en Dios y que ya no cree en él. El alcohol es estéril. Las palabras del hombre dichas en la noche de la borrachera se desvanecen con ella tan pronto como llega el día. La borrachera no crea nada, no va con las palabras, ofusca la inteligencia, la sosiega. He hablado bajo los efectos del alcohol. La ilusión es total: lo que uno dice, nadie lo ha dicho aún. Pero el alcohol no crea nada que permanezca. Es el viento. Como las palabras. He escrito bajo los efectos del alcohol, tenía una facultad para dominar la borrachera, que me venía sin duda del horror por la borrachera. Jamás bebía para estar borracha. Jamás bebía deprisa. Bebía todo el tiempo y nunca estaba borracha. Estaba retirada del mundo, inalcanzable, pero no borracha.
[...]
Un cuerpo alcohólico funciona como una central, como un conjunto de compartimentos
diferentes vinculados entre sí por la persona entera. El primer afectado es el cerebro. Es el pensamiento. La felicidad por el pensamiento primero y luego el cuerpo. Es ganado, empapado poco a poco, y transportado-, es la palabra: transportado. A partir de cierto tiempo se tiene la elección. Beber hasta la insensibilidad y la pérdida de la identidad, o permanecer en las primicias de la felicidad. Morir de algún modo cada día, o bien seguir huyendo.
[La vida material, traducción de Menene Gras Balaguer para Plaza &
Janés]
http://www.tijeretazos.net/Literaria/MDuras/MDuras013.htm
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